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 TOULOUSE: LA RUTA DEL PASTEL
La flor es amarilla, y las hojas de la planta, aunque verdes, presentan un reborde ligeramente púrpura, un hecho que advirtió en su momento que estaban cargadas de pigmento. La recogida de las mismas era manual, y la planta como tal al ser bienal solo duraba dos años. Las hojas eran trituradas en un molino que se movía gracias a fuerza de un caballo o un burro y el producto obtenido se moldeaba a mano para obtener una especie de bolas del tamaño de un limón. Dichas bolas se secaban sobre unos estantes de alambre, durante un tiempo prolongado, en ocasiones, meses. Cuando habían perdido toda su humedad se golpeaban con un mazo para obtener el añorado polvo que a su vez se traspasaba a una tina de baldosas excavada en el suelo. La fermentación se aceleraba añadiendo una mezcla de agua y orina hasta obtener una pasta (“pastel”) a la que se le daba la vuelta dos veces por semana con la ayuda de una pala. Esta pasta, posteriormente diluida en agua servía para teñir todo tipo de textiles naturales en unas grandes tinajas de madera.
Rápidamente se descubrió que esta mezcla tenía propiedades fungicidas por lo que las sobras de este agua, ya teñidas de azul, se vendían para pintar, especialmente, puertas de casas y cuadras de animales
Joya del Pirineo francés
A orillas del río Garona, con toda la influencia del Canal du Midi -ese que une este río con el Atlántico- y a los pies de los Pirineos, Toulouse es la gran joya del suroeste francés.
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