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EL ENIGMA DE SISSI
nobleza y despertó en ella recelos; era una corte rígida sin ninguna espontaneidad.
Su implicación en las actividades caritativas tampoco sa- tisfizo las expectativas de la corte, pues Sissi buscaba el contacto personal con el necesitado y la corte buscaba un apoyo, exclusivamente, formal, es decir con las ins- tituciones.
En 1855 nace su primera hija, Sofía; en 1856 nace la se- gunda, Gisela; Sissi muy unida a ellas se las quiere llevar a un viaje oficial a Hungría, contra las recomendaciones de la corte; es el comienzo de las tragedias familiares que le esperan. Sofía muere de disentería a la edad de dos años. La pareja imperial no superaría nunca esta pérdida.
15 meses después, en 1858 nacería el príncipe heredero, Rodolfo, en Laxenburg.
Rodolfo se presentaba como un niño extremadamente sensible, muy unido a Gisela y a Sissi al que la rígida corte imperial sometió a una durísima formación militar desde los 6 años, con la aprobación de Francisco José y la total oposición de Sissi; esta elección desencadenaría años después en los trastornos mentales del heredero, que tanto dolor y gravísimas consecuencias tuvieron para el matrimonio y también para el imperio.
El Imperio (Austria, Hungría, partes de Croacia y de la República Checa y la Italia más septentrional) era de corte neoabsolutista y autoritario y empieza a ser hostigado por las ansias de independencia de muchos territorios.
Sissi, nada dada a intervenir en asuntos de Estado, desde el principio siente gran simpatía por el pueblo húngaro; aprende el idioma, lee los periódicos magia- res, nombra su lectora a una joven condesa húngara, Ida Ferenczy, contacta con el político liberal húngaro Franz Deák y hasta con el Conde Andrássy, gran de- fensor de la libertad y gran amigo también de Sissi. De todos estos contactos Francisco José saldrá enor- memente beneficiado, pues en 1867 la pareja sería entronizada como Reyes de Hungría; se les adjudica el palacio Gödöllö como residencia privada; a la postre uno de los favoritos de Sissi, en él se siente libre, y en él también nacerá su cuarta hija: María Valeria.
En 1868, con 31 años tiene lugar el apogeo de su be- lleza y también coincide con que ha desarrollado una enorme conciencia política. Conocida como la mujer más bella de Europa, se empieza a hablar de aspectos personales, tal vez los más controvertidos.
Vista de la fachada principal del Palacio de Hofburg
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