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Las Salinas de Tenefé de Pozo Izquierdo, en el Municipio de Santa Lucía de Tirajana (Gran Ca- naria), en la misma Punta de Tenefé surgen como un auténtico acto de fe por la dificultad geográfica del enclave, en el que se produce el “encuentro”
de las corrientes marinas que por la acción de los vientos alisios dan como resultado un mar mucho más agresivo en el que el atraque de un barco no está exento de peli- gros. No estaría mal aprovechar la visita a las Salinas de Tenefé y descubrir el enterramiento aborigen prehispá- nico, así como los bunkers de la II Guerra Mundial que están en las inmediaciones; ambos son buenos testigos de lo extremo de su ubicación.
Construidas a finales del siglo XVIII con el objeto de ven- der sal a los barcos que faenaban en el caladero cana- rio-sahariano y para consumo interno de la isla no han estado en producción ininterrumpida desde entonces; al contrario, la dureza del trabajo de extracción del “oro blanco” al mar de forma artesanal, su dependencia de factores tan incontrolables algunos como el viento y el sol, y otros cíclicos como la luna y las mareas, determi- nan que en su recolección sean las propias salinas las que hablen y tengan la última palabra.
Estamos en una comarca pobre en la que la falta de agua, la agresividad del viento y los cantos rodados que son su sustrato imposibilitan los cultivos.
No hace muchos años, los hermanos Navarro (Chano, José y Manuel) retomaron la aventura, o se propusieron un acto de fe, y ya son 100 las toneladas de sal (ecológi- ca y artesanal) que extraen al año, que de momento ven- den solo en tiendas gourmet canarias y a restaurantes de buena mesa.
20.000 m2 de extensión que tuvieron que impermeabili- zar con arcilla y sal para comenzar su explotación; la anti- gua casa del salinero que hoy es Centro de Interpretación
de la Salina de Tenefé; un viejo molino, en desuso pero que algún día volverá a hacer su trabajo; un acogedor espacio lúdico donde tomar algo y probar su exquisito producto, además de poder comprarlo, son los espacios que integran las Salinas de Tenefé.
El proceso salinero marida con las mareas; con ellas el agua entra por el canal llenando el primer depósito (coce- dero). Surgen el sol y el viento. Al calentarse el agua se evapora y la sal se concentra. Tras 5 días hay que cam- biarla de depósito para contrarrestar el efecto reflectante de la sal en el agua y facilitar la evaporación. Se bombea el agua a otros tres depósitos conectados entre sí y situa- dos a mayor altura; este proceso se realiza con bombas eléctricas hoy y antiguamente con molinos de viento, que los hermanos Navarro pretenden recuperar.
Al pasar el agua a los cristalizadores se produce la ob- tención de la sal. La altísima salinidad de estos cristaliza- dores determina que solo pueda sobrevivir la “Dunaliella salina”, microalga que segrega grandes cantidades de betacarotenos que tiñen las aguas de un color rosa-sal- món, de grandes propiedades curativas (ojos y boca) y que contiene 80 oligoelementos y minerales, además de ser manjar para los flamencos y otras aves, de ahí su co- lor tan atractivo. Las Salinas de Tenefé cuentan con 386 pozos cristalizadores.
La obtención de sal en Tenefé es artesanal y esto impli- ca tener que “interpretar” con mucha observación e in- tuición, la dirección de los vientos, la formación de las nubes y el color del agua, imprescindibles para optar por un tipo u otro de sal.
Las Salinas de Tenefé producen dos tipos de "sal para cocción"; granos de distinto tamaño para obtener sal gruesa y sal de grano medio. Un tercer tipo de sal sería la “Flor de sal”, la sal más gourmet con 80 oligoelementos, baja en sodio y potenciadora de sabores de todo tipo de
PRODUCTOS GASTRONÓMICOS
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