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 La comarca de Valdeorras se sitúa al sur-este de Galicia compartiendo lindes con la vecina comarca del Bierzo (León). Encontraremos las viñas entre altitudes de 300 m hasta los 700 m entre los numerosos cañones del pode- roso río Sil y sus cuantiosos y vivaces afluentes y rega- tos: Farelos, Mariñán, Casoio, Galir, Cigueño, Xares, Bi- bei... que serpentean entre emblemáticas Sierras como las de A Cabrea, Do Eixe y Dos Cabalos definidas por suelos de granito, pizarras, esquistos, cuarzo y hasta una pequeña franja calcárea.
Pero Valdeorras no solo es Godello sino también Mencía, Sousón, Caíño Tinto, Espadeiro, Ferrón... hasta casi una veintena de variedades entre las que también se encuen- tra la Garnacha Tintureira, cuyas cepas de más de 70 años en laderas pizarosas dan lugar a algunos de tintos más excepcionales de Galicia. Siguiendo con variedades tintas destacamos también el potencial de los vinos ela- borados con Brancellao, y/o con María Ordoña (Meren- zao). Entre las numerosas y minoritarias blancas junto a la excepcional Godello ponemos el acento en la Moza Fresca que produce unos vinos de largos envejecimien- tos y recuerdos sápidos de tiza.
La comarca vitícola de tan solo 1.113 ha de viñedo se asienta en los ayuntamientos de A Rúa, Carballeda de Valdeorras, Larouco, O Barco de Valdeorras, O Bolo, Pe- tín, Rubiá y Vilamartín de Valdeorras. con 1.042 viticulto- res que producen unos 7.000.000 de kg de uva para un total de 43 bodegas.
Pero Valdeorras es mucho más que vino, también es pai- saje. Su vasta naturaleza invita a caminar por el Parque Natural Serra da Enciña da Lastra, con 25 especies de
Mirador de Arua
ENOTURISMO
orquídeas y llena de oscuros secretos como las numero- sas “palas” (grutas) que sirven de refugio a algunas de las mayores colonias de murciélagos de la península o quedarse solo, boquiabierto, en O Teixadal de la parro- quia de Casaio en Carballeda de Valdeorras, uno de los poquísimos bosques naturales de Europa de los sagra- dos Tejos de los Celtas, con algún ejemplar milenario con sus cimbreantes ramitas que adivina el futuro y que en mano de los zahoríes sirven para encontrar agua.
Una visita al mirador Barranco Rubio de A Rúa, nos ayu- da a entender la diversidad de sus vinos; es paisaje de día y de noche como rubrica su sello “destino Starlight”. Una mirara al cielo nocturno desde el Observatorio as- tronómico de A Veiga nos muestra la inmensidad del fir- mamento y nos ayuda a vivir el momento, a disfrutar del entorno y del nocturno paisaje sonoro con el frecuente ulular de “As Coruxas” (lechuzas) o, en los meses de fe- brero y marzo con la luna en auge, del aullido del lobo ibérico rasgando el silencio de la noche y reclamando su espacio. Los paisajes urbanos no desmerecen en absolu- to, como el sosegante paseo por el Malecón de O Barco, el casco antiguo de Petín o As Covas de Vilamartín, un patrimonio etnográfico de primer orden y que ayudan a entender el carácter milenario de la producción de vino de la comarca.
Pero Valdeorras también es fiestas y gastronomía, con el totémico Botelo como baluarte que conviene no confundir con otras elaboraciones como la Androlla, Bandullo, Bo- tillo, etc., sus castañas, sus setas, sus patatas de suelo arenoso, etc. Abrimos así la puerta a un segundo artículo dedicado a la gastronomía Valdeorresa y sus fiestas.
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